Nadie lee los términos y condiciones
Todos los días oigo gente quejándose del Gobierno. Jamás he visto a nadie moviendo un dedo para cambiarlo.
Más allá de la libertad de expresión y lo divertido que resulta culpar a otros de nuestra propia desdicha, me parece ridículo seguir quejándose de lo mismo día tras día cuando todas esas circunstancias estaban claramente escritas en los términos y condiciones de su ciudadanía.
Trataté de explicar: Al momento de usted alcanzar la mayoría de edad, supuestamente tenía suficiente madurez para entender lo que significaba pertenecer al país donde vive. En ese momento, las condiciones de su país ya estaban establecidas. Usted aceptó esos términos. No importa si se trata de corrupción, pobreza, desigualdad social… todo eso ya estaba dado en el momento que usted firmó su documento de identificación. Es más, los mecanismos para cambiarlo también ya estaban establecidos.
Entonces, ¿por qué viene usted, con cuarenta tacos encima, a decir que “no le gusta”? Mi querido e inexistente lector: La garantía ya se venció, al momento de abrir el paquete usted aceptó lo que venía adentro. No me venga ahora a decir que “no sabía” que en este pueblo todo se arregla con sobornos, que el Gobierno despilfarra los recursos y que sus impuestos están destinados a mantener a una partida de haraganes sin oficio. Eso ya era así cuando usted nació, usted lo aceptó, ¿por qué se queja ahora?
La única respuesta válida es “por deporte”. Mi querido amigo, hay deportes más divertidos. Y si usted es como yo y sus habilidades atléticas son menores a las de una foca tocando piano, al menos dele un descanso a la lengua. Quéjese un día sí y un día no, busque nuevos argumentos, tómese un par de días libres.
Pero por el amor a Júpiter, ya deje de estarse quejando de lo mismo todos los días. Con dos dedos de frente, usted tiene ya que saber que no va a cambiar nada quejándose.
O al menos, le pido un favor: No espere que le escuche. Ya oí sus argumentos durante 50 años, también yo tengo derecho a darme un descanso.