¿Me pueden negar los sacramentos?
Últimamente ha habido mucha controversia en torno al tema de los sacramentos. Puntualmente, el Sínodo por la Familia y la posterior exhortación apostólica Amoris laetitia del papa Francisco tiene a medio mundo con los pelos de punta sobre si los divorciados vueltos a casar “tienen derecho” a recibir la comunión o no.
Y aquí empieza la gran disputa. En principio, NADIE “tiene derecho” a recibir un sacramento. Los sacramentos son regalos de Dios otorgados a los fieles a través de la Iglesia, pero le pertenecen a Él y nadie puede ganarse el “derecho” a recibir el bautismo, la absolución o cualquier otro sacramento. De allí que la Iglesia en ningún momento es dueña de los sacramentos, sino sólo su administradora y siguiendo el mandato de Jesús “Ustedes han recibido gratuitamente, den también gratuitamente.”, (Mt 10,8b).
Y por gratuito no vamos a hablar únicamente de dinero, porque es clarísimo que un sacramento no se compra ni se vende. Sino también tenemos que saber que la Iglesia no ha hecho ningún mérito que le haga acreedora legal de los sacramentos de Dios. Son un regalo, entregado a nosotros a pesar de no merecerlo.
Entonces, debemos saber que la Iglesia podría legalmente y sin contravenir las disposiciones de Nuestro Señor, otorgar sacramentos sin restricción alguna a todas las criaturas. Supongamos que mañana viene un meteorito capaz de
acabar con la vida humana. La Iglesia podría perfectamente otorgar una absolución urbi et orbi a todos los pecadores del mundo, incluyendo a los que están en el purgatorio, para que inmediatamente después del impacto estemos todos en el cielo felices de la vida. Podría, pero no lo hace. ¿Por qué?
“Por razones pastorales”
Las razones pastorales pueden ser muy diversas, pero básicamente son de materia educativa, para evitar abusos. Para un bautizo, se pide el compromiso de los padres de educar cristianamente al niño (si no, ¿para qué lo bautizan?). Para un matrimonio, se requiere que los contrayentes realmente puedan y quieran casarse (¡mínimo!) y sepan lo que esa decisión implica. Para la eucaristía se pide el estado de gracia, difícil de lograr, pero no imposible. Hasta allí, todo muy bien.
Pero cuando las “razones pastorales” se salen del ambiente educativo-religioso y caen en ambientes políticos, la cosa ya no está tan clara ni tan bien. En el caso de los divorciados vueltos a casar, sin duda hay una razón clara de negar la eucaristía en púbico a quien vive en pecado público -es algo educativo para la comunidad- pero no tiene ningún sentido negarle la confesión, por muy pecador que sea. Podría, quizás, negársele la absolución si el sacerdote EN PRIVADO determinara que el pecador no tiene ningún arrepentimiento ni propósito de enmienda, pero no puede negársele el derecho de acercarse al confesionario. Lo que pase en adelante, está protegido por el sigilo sacramental. Y si el penitente sale insatisfecho del resultado de su confesión, tiene todo el derecho de buscar otro confesor válidamente ordenado y en ejercicio de sus funciones hasta obtener una absolución legítima. Es su derecho ante la Iglesia, que no ante Dios, ante quien no tiene ningún derecho más que suplicar misericordia.
¿Y qué pasa con el sacerdote que de manera repetida le niega los sacramentos a una persona en función de su profesión? Pongamos el caso de una prostituta que sigue ejerciendo su profesión. ¿No puede confesarse y comulgar? Aunque la razón y la pastoral podrían decir que no es bueno que las prostitutas se paseen en paños menores en la fila para recibir la comunión mascando chicle, tampoco se puede con propiedad negarle los sacramentos a todo el colectivo de las prostitutas, especialmente sabiendo que tanto Nuestro Señor Jesucristo como el Santo Cura de Ars (patrono de los sacerdotes y heroico confesor) jamás las rechazaron.
Así pues, no veo ninguna razón real ni pastoral, de negarle los sacramentos a nadie en función de su profesión, menos aún si ejerce una profesión que en nada contradice los mandamientos de la Ley de Dios, como es, por ejemplo, la minería.
Sé de buena fuente que aquí en mi país, se niega institucionalmente los sacramentos a los mineros. Conozco el caso puntual de una persona que no pudo casarse por la Iglesia por ser minero y de otra persona a la que se le negaron las honras fúnebres porque sus hijos son mineros. ¿Suena lógico o razonable? Desde mi punto de vista, no.
El papa Francisco ha pedido a los obispos y sacerdotes ejercer su buen criterio sobre la administración de la Eucaristía a los divorciados vueltos a casar, analizando caso por caso y sin esperar una solución draconiana. ¿Será necesario que dictamine de la misma manera con los mineros? Por mi parte, creo que es injusto, inmoral y anticristiano lo que están haciendo con estas personas. Y les invito a seguir en la búsqueda de un sacerdote realmente católico que pueda casarlos, confesarlos y enterrarlos como Dios manda.