Teología para no creyentes
Dios existe. Pero, ¿a quién le importa?
Sin duda nos importa a los creyentes, pero para la gente normal que sólo va a Misa en las bodas y el concepto de Dios le parece una fábula difusa que contaban sus abuelos, Dios es menos importante que el horario de trenes de Kazajistán. Pero no debería serlo.
La experiencia humana es incomprensible sin la trascendencia. Si usted y yo somos solo materia y lo único importante fuera comer, dormir y fornicar, todo lo que ocurre en las 10 horas restantes del día carecería de sentido. Del consumo a las relaciones interpersonales, de la moda al precio del petróleo, todo lo que la humanidad hace está íntimamente interrelacionado con nuestro conocimiento, claro o difuso, de Dios; y, mucho más importante, lo que Dios hace sobre nosotros.
Claro, usted amigo ateo supone que algo que no existe no puede hacer nada sobre nosotros, pero es porque usted cree que Dios es un señor de barba con cinco dedos en cada mano que pasa el día espiando los cuartos de los adolescentes para saber cuándo se están tocando. No es así. Para ponérselo fácil le diré que Dios es TODO. Y ni usted puede afirmar que TODO no influye sobre nosotros. Dicho de otra manera, TODO nos influye. Todo, absolutamente todo, incluso aquélla galaxia aun no descubierta que queda más allá del universo observable. Todo nos afecta.
La única diferencia práctica entre un ateo y un teólogo, es que el teólogo sabe cómo funciona TODO y el ateo no. Bueno, es una exageración. El teólogo se asoma al conocimiento del todo y con un poco de suerte puede llegar a saber lo mínimo necesario para funcionar en el mundo real y el ateo lo ignora de manera absoluta.
Y allí es donde radica la diferencia y la utilidad de conocer la teología para un ateo. El ser, la trascendencia, el comportamiento humano y la economía encuentran su explicación en Dios. En todo. Mientras sería imposible para Poncio Pilatos sobrevivir en el mundo actual, Moisés estaría igual de cómodo hoy que hace tres mil años. Al final, Pilatos perdió la batalla por la supremacía romana, mientras Moisés logró doblegar a Faraón y sus tropas. Uno se cubría las espaldas y el otro hablaba con Dios cara a cara.
Otra forma de entender a Dios es entender la gravitación universal. Si usted como ateo “no creyera” en la gravedad, de todas maneras le estaría influyendo. Aunque no quisiera. Si usted pretendiera construir un edificio suponiendo que la gravedad no existe, se las vería canutas tratando de que se mantuviera en pie. Con sólo entender que las cosas caen para abajo, usted puede construir una casa, un puente, un edificio o un automóvil.
A mí me da lo mismo si usted cree en Dios o no. Pero a usted no. Me atrevo a darle un buen consejo: Crea. Es muy útil.