“No” es una oración completa
“Sí” también debería serlo
La frase no es mía, pero me gusta. “Que tu no sea no y que tu sí sea sí” dice el Señor y qué pocas veces le hacemos caso.
Normalmente nuestro “no” va acompañado de un “fíjate” y nuestro “sí” lleva aparejado un “pero”. Por supuesto, no todo es culpa nuestra. Las “buenas costumbres” nos obligan a no ser cortantes y las malas experiencias nos hacen ponerle un disclaimer a todo lo que afirmamos.
Y no debería ser así.
“Mamá, ¿puedo saltar de un puente?”. La única respuesta es no y lo más que puede llevar acompañado es un “váyase pa’dentro patojo baboso”. Pero cuando nos hacemos mayores las dinámicas de poder cambian y empezamos a responder “es cosa tuya, ahí verás, yo no te lo recomiendo, habría que ver, todo depende”.
Por si no te has dado cuenta, el no de la madre tampoco le impide al niño seguir soñando con volar como Superman, pero al menos le establece un marco de referencia preciso. Nuestras respuestas mesuradas y corteses tampoco impiden que el cliente se crea Superman ni le ofrecen un marco de referencia. Lo único que generamos es un clima de inseguridad e irresponsabilidad que más pronto que tarde nos reventará en la cara.
“Ustedes me recomendaron”, “para eso son los expertos”, porque nadie se quiere hacer cargo del niño que saltó de la terraza sin paracaídas.
Es una pena que lo mismo pase con el sí. Y quizás es peor, porque no podemos confiar en nadie. “¿Puede venir a las 4 de la tarde?” “Es que el tráfico, la gasolina, el parqueo…” “¿Entonces a qué horas?” “Por ahí por las cinco, cinco y media seis poco más o menos”.
El resultado es nuestro retraso crónico y nuestra pobreza irremediable. Asfaltado con “fíjese”, “lo que pasa”, “le voy a contar” y la que más detesto “le voy a ser sincero”. ¿Me va a ser sincero? ¿Hasta ahora? ¿Cuántas veces me ha mentido? ¿Cuántas veces más me va a mentir?
Ya, ya sé que es mi trauma con las palabras y las frases cortas. Entre las cuales el “sí” y el “no” me parecen las más hermosas.