La tierra plana y los límites del conocimiento
Aceptemos algo: Nuestro conocimiento es limitado. Siempre lo ha sido y siempre lo será.
Para la mayoría de personas esto no es ningún problema. Por siglos hemos aprendido a sobrevivir en un mundo con un conocimiento limitado de las cosas: Hablamos uno o dos idiomas, ejercemos una profesión, conocemos las calles de nuestro pueblo y esto es más que suficiente para tener una vida plena.
Para los creyentes en la tierra esférica y para los ateos, esto no es suficiente. Unos y otros quieren demostrar más allá de toda duda razonable que el terreno que pisamos no es plano y que no existe Dios. Ni una cosa ni la otra es necesaria.
Para todos los usos prácticos, podemos aceptar que la tierra es plana y que Dios existe. No importa qué tan grande sea el edificio que queremos construir, nos basta un terreno plano para hacerlo y no es necesario gastarse en complicadas fórmulas matemáticas para curvar cada baldosa del suelo y que encaje a la perfección en un supuesto mundo esférico. La posibilidad de que cualquiera de nosotros tenga que calcular la ruta de un avión sobre una esfera en pleno siglo 21 es tan baja que podemos aceptar que las rutas son rectas y que por la gracia de Dios llegaremos a nuestro destino.
Algo parecido ocurre con las acciones de mercadeo y publicidad. A pesar de ser un campo de acción bastante limitado, con muy pocos factores variables, aún es lo suficientemente complejo como para que una simplificación como “la tierra es plana” sea útil para navegar por él sin problemas.
Por ejemplo, sabemos que la demanda depende del precio. Que si bajamos el precio vamos a tener más ventas. Eso es tan cierto como que la tierra es plana, porque cualquier estudioso de la economía y el mercadeo le podrá demostrar que las cosas no son tan simples y que los artículos de lujo se venden más cuando son más caros. Pero ceteris paribus, a menor precio, mayor demanda.
Con ese conocimiento básico, sea cierto o no, podemos saber cosas que ignoramos a primera vista. Por ejemplo, bajamos el precio y vendemos lo mismo. O subimos el precio y vendemos igual. Lo que es evidente es que existe otro factor, invisible hasta ahora, que está afectando nuestras ventas. ¿Será nuestra capacidad de producción? ¿La habilidad de nuestros vendedores? ¿El horario de nuestras tiendas? ¿Nuestra comunicación?
Con un conocimiento limitado -repito, nuestro conocimiento siempre será limitado-, los fragmentos de conocimiento “cierto” que tenemos son suficientes para tomar acciones y obtener mejores resultados, aún cuando no seamos dueños de la verdad absoluta.
En el campo de investigación de mercados, no es necesario saberlo todo. Además de ser imposible y extremadamente caro, el exceso de conocimiento nos lleva a una parálisis que cualquier albañil podría desbloquear fácilmente. ¿Quiere el piso plano o con desnivel para que corra el agua? Al nivel de nuestro microcosmos, es innecesario calcular la curvatura de la tierra para colocar el piso, y es innecesario saberlo todo para tomar una decisión de mercadeo. Basta con conocer el factor que más nos afecta en este momento, o el factor sobre el que podemos actuar. El albañil sabe que hay que cavar una zanja para poner el drenaje y que debe tener inclinación para que el agua no se acumule. El mercadólogo debe saber qué cosas puede cambiar y tener valor para cambiarlas.
Un ateo buscando pruebas de la existencia de Dios es tan tonto como un albañil queriendo curvar la armazón al radio exacto de la Tierra. Nuestra vida es mucho más fácil si asumimos que la tierra es plana y que Dios existe, porque con esa base podemos construir el Pentágono y vivir en paz con nosotros mismos y con nuestros semejantes. El nivel del constructor y la regla de oro son útiles aunque pudiera demostrarse que son inexactos.
“Ama al prójimo como a ti mismo” es tan simple como “la pared tiene que estar recta”. Son reglas sencillas que funcionan y que nos permiten conocer cosas que ignoramos. ¿Por qué se cayó el edificio? ¿Estaban a plomo las columnas? ¿Estaban a nivel las soleras? ¿Por qué te sientes mal? ¿Amas a los demás? ¿Te amas a ti mismo?
Mientras andas en este valle de lágrimas, mientras decides qué hacer para vender más y mientras colocas las baldosas de tu baño, tu conocimiento limitado es suficiente para hacer lo correcto. Tendrás que aceptar que la tierra es plana, que el precio afecta las ventas y que Dios existe, pero… ¿es eso realmente tan malo?