¿Por qué?
La mayoría de nosotros empezamos a hacer esta pregunta a los 3 años de edad. Depende mucho de cómo hayan reaccionado nuestros padres en aquél entonces, si seguimos o no haciendo la misma pregunta en nuestra vida adulta. Eso explica por qué a la mayoría de personas la pregunta les causa rechazo.
Preguntar ¿por qué? se ha vuelto negación en la mente de la gente. Seguramente ustedes han escuchado más de una vez esta conversación “¿Quieres bailar conmigo?” “¿Por qué?” “No, yo solo decía”. “¿Me prestas tu carro?” ¿Por qué?” “No, olvídalo, ya me iré en taxi”.
Lamentablemente, si uno quiere hacer buena publicidad, esta pregunta es obligatoria. Más que la pregunta, la respuesta. ¿Por qué debo creer que este jabón es mejor que el otro? ¿Por qué me están dando descuento? ¿Por qué no tienen una tienda más grande? ¿Por qué es azul, rojo, verde o de pintitas?
Y aquí no vale la respuesta clásica “porque soy tu madre y punto”. Alguna razón debe haber, aunque la razón sea sinrazón. Hace poco leí que los directores de televisión novatos dan una orden arbitraria el primer día de trabajo. Es una manera de establecer su poder. ¿Por qué la actriz no puede usar ropa color violeta? Porque así lo dijo el director el primer día y no se le puede contrariar. Pues bueno, ya veremos cómo nos ponemos creativos para no usar violeta nunca, pero HAY una razón para eso.
Lo que no se puede, es navegar la vida sin tener ninguna razón. ¿Podemos usar violeta? Mn..! ¿Pasa algo malo si mojamos el piso? Ehhh… ¿Se podría bajar más el precio? Depende. ¿De qué? De cosas.
Hacer publicidad es producto de una serie de razonamientos, algunos más válidos que otros, pero mal que bien, razonamientos. No se puede usar violeta, sí se puede mojar el piso y se puede dar un 10% de descuento en pagos en efectivo. Así es porque así se decidió. Con eso podemos trabajar. Pero sin respuestas, no hay publicidad que funcione.