“No sobreestimes al consumidor, que son tus hijos”
Cuando los dinosaurios poblaban la Tierra, el venerable publicista David Ogilvy decía “no subestimes al consumidor, que es tu esposa”. Sabias palabras en aquéllos tiempos que la familia se reunía en torno al único televisor blanco y negro que presidía la sala y se concentraban en los enredos de Lucy y sus entrometidos vecinos.
Setenta años más tarde las cosas han cambiado mucho.
Hoy día cada miembro de la familia lleva su pantalla en la mano y cada uno recibe hasta siete mil mensajes publicitarios al día. Esa avalancha de información nos ha obligado a borrar habitualmente de la mente prácticamente cualquier mensaje publicitario que recibimos. Es imposible para una persona en su sano juicio recordarse de tan siquiera diez anuncios de los seiscientos que recibió en la última hora.
Me niego a hacer una crítica social de esta situación. Solo la presento como un hecho: “Reunirse en torno a la televisión” hace mucho que no es una actividad familiar habitual. Y eso se refleja en la forma que consumimos publicidad. Punto.
En los tiempos en que se fumaba en las oficinas, era muy lógico ir con la esposa “ama de casa” y preguntarle qué pensaba del anuncio. Hoy día lo correcto sería preguntarle al adolescente. Si te contesta con un “meh”, date por dichoso.
¿Significa esto que nos estamos volviendo cada vez más tontos?
No exactamente.
Si tuvieras la paciencia suficiente para soportarlo, ese mismo adolescente te podría explicar tácticas de guerra que dejarían atónito al mismo Sun Tzu. Porque ha pasado cien vidas jugando al God of War y el Call of Duty mientras tu y yo tratábamos de distraerlo con publicidad.
Para los que aún tenemos chicos en edad escolar, el contraste es impresionante. El mismo chico que es capaz de comunicarse en ruso con el resto de su batallón -o el idioma que sea que se usa para decir “rush B”– se bloquea cuando tiene que pasar a la pizarra a resolver 2+2.
(¿Dijiste pizarra? ¿Qué app es ese?)
Con el debido respeto a los muertos, la frase del tocayo dejó de tener validez junto con el 90% de los anuncios de aquélla época.
Así como el ama de casa ya no está esperando al maridito de rodillas, el consumidor de hoy ya no está esperando dádivas del publicista que le asegura que si fuma Rubios será un ganador.
Nuestra comunicación con ellos ahora se parece más a los monosílabos que de vez en cuando intercambiamos con nuestros hijos adolescentes. Y su respuesta será equivalente.
Haz lo que quieras con esta información. Pero si has llegado hasta aquí, cuéntame en los comentarios si lograste ver este video completo. Tus hijos probablemente le dieron “skip” después de tres segundos.