Verdad y revelación
Como investigador ando en busca de la verdad. Como cristiano sé que no puedo alcanzarla. Ambas situaciones se resuelven a través de la revelación, una con minúscula y la otra con mayúscula.
La economía es una ciencia muy compleja con literalmente miles de millones de variables (cada ser humano es una variable de la economía mundial) y resultaría imposible alcanzar a conocer su funcionamente total, a lo que llamaremos “la verdad”.
Sin embargo, eso no nos impide conocer un fragmento de verdad que pueda sernos útil para nuestros fines: vamos con un grupo de consumidores y les pedimos que nos revelen un trocito de verdad. ¿Qué compra? ¿Por qué lo compra?
Más de una vez me han preguntado “¿será eso cierto?”. Y la respuesta que doy es “no sé, eso es lo que dicen”. No porque desconfíe de la ciencia y la técnica con la que obtuve los datos, sino porque es imposible conocer la verdad absoulta, sólo podemos conocer la verdad revelada, lo que la gente dice.
Y a pesar de tamaña limitación, los dimes y diretes de la gente son los que nos orientan para nuestras acciones de negocios. Los gustos en tamaños y colores, las tendencias, los precios… todas nuestras acciones vienen de un modo u otro de un pequeño fragmento de verdad revelada, lo que creemos que podría ser cierto, porque alguien nos lo dijo y no vemos razón para que nos haya mentido.
La Verdad con mayúscula, el conocimiento total del Universo, su mecánica, su física, su cuántica y quizás aún su metafísica, es miles de millones de veces más compleja que la simple economía. Conocer esa Verdad está más allá del alcance de un cerebro humano, pero eso no nos impide que conocer un fragmento de Verdad nos pueda ser útil. A eso lo llamamos Revelación, con mayúscula.
Al igual que la otra revelación, no podemos contestar a la pregunta “¿es eso cierto?”. Sólo sabemos que alguien nos lo dijo y que no vemos razón para creer que nos ha mentido. Un hombre ha resucitado. Un mínimo fragmento de la Verdad dirige nuestras vidas como cristianos hacia la Verdad infinita. ¿Quién era ese hombre? ¿De dónde vino? ¿Qué cosas decía? Sabemos de Él solo las cosas que la gente que lo vio dijo.
Pero al igual que en el mercadeo, lo importante no es la respuesta a las preguntas ni la cifra estadística. Es cómo esa respuesta influye en nuestros actos. ¿Cambiamos empaque? ¿Reorientamos la campaña? ¿Cambiamos nuestra vida y reorientamos nuestros trabajos?
La gente huyendo de nuestra marca dice que algo estamos haciendo mal. Un hombre que resucita dice que la muerte no es el fin. Podemos ignorar las pequeñas revelaciones del consumidor y la gran Revelación de nuestro Señor, pero al momento de ponernos la pistola en la sien podemos pensar “Hey, espera… todavía no hemos probado esta otra cosa”.
Pero no es porque conozcamos la verdad. Es porque diez, doce, 144 hermanos se han tomado la molestia de revelarnos un pedacito de verdad. No es la verdad completa, es sólo lo necesario para vivir un día más.