“Todo el mundo sabe”
De la serie “Las pajas que nos venden” (III)
En el mundo del marketing y la comunicación, hay una gran cantidad de “conocimiento ancestral” que generalmente se obtiene con el título de Brand Manager: Ayer eras un niño culicagado recién graduado de la Marro y hoy, por ciencia infusa, ya lo sabes absolutamente todo.
Para ser justos, también ocurre del lado de la agencia. Hace cinco minutos no tenías ni la menor idea del producto y mucho menos de cómo ibas a anunciarlo; y por arte de magia te has convertido en el gurú de la comunicación y creador de la campaña que más Macs ha vendido en la historia de la humanidad.
Para los que vemos los toros desde la barrera, ambos comportamientos son igualmente estúpidos. Cualquier persona medianamente racional cuestionaría sus propios conocimientos, de dónde vienen y consideraría la remota posibilidad que el otro pudiera tener algo de razón.
En una industria donde “todo depende” es impresionante la cantidad de verdades absolutas que manejamos. Desde el “nadie mira televisión” hasta el “discovery factor” que justifica tener el logo pequeñito en la esquina inferior derecha del anuncio, con el slogan en inglés.
Uno de los retos a los que me enfrento cada día es a tratar (y enfatizo, tratar) de disolver estas creencias absolutas que se manejan a ambos lados de la mesa. Y lo que es más importante: encontrar una tercera vía que aún no ha sido explorada por ninguno de los setenta sabios de Sión.
¿Te sirve esto de algo?
Si eres como el 99% de los profesionales de la industria que ya lo sabe todo, no. Si perteneces a la élite minúscula de los que consideran que todavía tienen algo que aprender, de mucho. Abrir la mente a nuevas posibilidades, por ridículas que parezcan de entrada, es lo que te va a llevar a liderar tu negocio, no importa de qué lado de la mesa te hayas sentado.