No sabes lo que es ser padre hasta que eres abuelo

Foto de Pixabay

Hoy se celebra en mi país el Día del Padre. Un día que trato de no celebrar mucho porque en mi pueblo la palabra “padre” es ofensiva. Me ha tocado recibir regaños incluso del cura párroco, estando yo sentado en la primera fila, mientras él despotrica contra los padres de mi país.

Sin embargo este año es distinto. Es la primera vez que abiertamente celebro este día siendo abuelo. El año pasado mi nieta todavía no había sido liberada del hospital y de hecho aún no sabíamos si iba a sobrevivir. Gracias a Dios todo salió bien y hoy es una hermosa nena, vivo retrato de su padre.

Justamente ayer, mientras escuchaba a mi hijo entrar a casa, salí a recibirlo apenas unos segundos antes que mi nieta. Ver esa cosita salir gateando con la alegría en todo el cuerpo, sin importarle nada más que ver a su padre, me hizo darme cuenta que quizás no lo hice tan mal.

Porque ver a mi hijo cargar a la niña y hacerle los mismos morriños que le hacía yo a él de pequeño, fue como verme en un espejo de tres dimensiones, corregido, aumentado y mejorado.

Y es que no es que mi hijo sea un clon mío, nada que ver. Somos tan distintos como la noche y el día en prácticamente todos los aspectos de la vida. En serio no nos parecemos en nada. Excepto en ese amor profundo que ha pasado de mí hacia él y ahora hacia ella. Como dice Nietzsche, “un hilo invisible que forma el lazo más fuerte de todos”.

40 años después de que empecé a soñar con algún día ser padre, ayer descubrí la razón por la que quería serlo. Pero más importante, para mí, fue darme cuenta que tantos años de preparación, decepción, tristezas y alegrías, habían dado fruto. Cuántas veces no quise desechar la idea, qué lejos estuve de jamás conseguir mi objetivo, cuántas personas podrán decir que nunca lo hice y sin embargo, ayer, un hombre y su nena me dijeron sin palabras, “padre, has cumplido”.


Los creyentes por favor no lean ésto, que les parecerá una blasfemia.

Se me ocurre pensar que Papá Dios también comprendió lo que era ser Padre cuando se hizo abuelo. Cuando Sus hijos (nosotros) por fin nos dimos cuenta que teníamos que cuidar los unos de los otros con amor filial; cuando Él pudo verse reflejado en un hombre justo dispuesto a morir por Su Hijo (¿habrá sido ese el fin de San José?), quizás entonces Abbá pudo decir “he cumplido”.

Esta debe ser la idea más antiteológica que se me ha ocurrido, pero Dios es tan grande que en su infinita misericordia puede haber un espacio pequeñito en el que en este momento esté diciendo “no es tan tonto este trozo de barro, quizás todavía podemos hacer algo con él”.


You cannot copy content of this page