No es “nueva normalidad” es normalidad
Tengo el privilegio de ya estar viejo. Pero no son sólo los años los que llevo encima sino muchísimas horas de observación de las cosas y meditación de las consecuencias. Y por eso voy sabiendo poco más o menos por donde vienen los tiros.
A principios de este milenio y finales del pasado, se transmitía por televisión una serie llamada Will & Grace. Apenas hace 22 años, la serie era escandalosa. Trataba sobre un homosexual (¡Virgen santa!) viviendo con una heterosexual (hasta ahí vamos bien) promiscua (¡Dios nos coja confesados!) y ambos tenían otro amigo homosexual (¡Dónde vamos a parar!).
En un mundo donde los “Friends” eran todos blancos, anglosajones y heterosexuales, Will & Grace era anormal. Fue la primera serie de televisión abierta donde se presentó un beso entre dos hombres (¡me desmayo!). En pleno siglo 21 y usted creía que eso había pasado en 1950.
14 años más tarde del último capítulo de Will & Grace ver homosexuales en la televisión es completamente normal. Es más, uno espera que en el cast haya al menos uno. Han dejado de ser el comic relief para pasar a ser personas normales (Brooklyn Nine-Nine). Esa es la “nueva normalidad”, si lo vemos con los ojos del 2006. Es la normalidad para nosotros.
Mis lectores habituales (habrá alguno) estarán echándole agua bendita a su pantalla y pensando que abjuré de mis creencias religiosas, pero no es así. “Esa gente” siempre ha existido, hay un par de párrafos en el Catecismo para quien los quiera leer y no tiene nada de raro. Es normal.
Volviendo al tema que a todos les preocupa en mayo del 2020, lo que viene después del Coronavirus no es una “nueva normalidad”. Es una normalidad que allí ha estado pero no nos hemos dado cuenta.
Mantenerse alejado de las personas con gripe, cubrirse la boca para estornudar, cuidarse los resfríos siempre ha sido normal. Como asmático de toda la vida, yo sé perfectamente lo que es una neumonía atípica, ya he pasado temporadas en el hospital y sé de qué me voy a morir si me infecto de Covid19. Es normal.
Elteletrabajo ha estado con nosotros desde hace más tiempo que Will & Grace, pero nos hemos negado a verlo. Hace dos meses todavía había quiénes imprimían los emails para leerlos.
Pero hay algo que es también perfectamente normal que no habíamos visto y me alegro que por fin haya salido a la luz: Que las empresas sin gente no son nada.
Así como a principios de este siglo nos escandalizábamos de ver un homosexual en la pantalla chica, en el 2019 nos escandalizábamos si un empleado manchaba un tablayeso o no marcaba el reloj al entrar. Hoy el reloj descansa esperando las huellas digitales que no van a llegar y a nadie le importa. Porque por fin nos dimos cuenta que eso no era importante.
Las máquinas sin operarios son chatarra, las computadoras solas no venden, el inventario se puede podrir en la bodega si no hay una persona que lo mueva. Eso así ha sido siempre, pero no lo habíamos visto.
La nueva normalidad no es más que lo que siempre debió haber sido normal. Darle prioridad a la gente, a su vida, a su salud, a su forma de relacionarse entre sí y con los demás. Un buen empleado puede hacer funcionar un mal sistema, pero el mejor sistema y la máquina más avanzada del mundo no pueden hacer nada sin aunque sea un mal empleado.
Cuando volvamos a las oficinas, si es que volvemos, las veremos de otro modo. Ya no serán peceras impolutas de última tecnología sino espacios de trabajo para la gente. Las máquinas ya no serán lo último venido de Alemania, sino la máquina de Juan, de Pedro y de María; porque sin Juan, Pedro y María, la máquina no vale nada.
Pasarán más de 20 años para que esta normalidad penetre en la sociedad, pero llegará el día en que las personas dejemos de ser el comic relief de la sociedad y pasemos a ser lo que somos, lo que siempre hemos sido: la razón de ser.