El gusto por escribir
La mayoría de personas que conozco odian escribir. Supongo que es un producto de la educación formal: a nosotros nos obligaban a escribir ensayos, trabajos, investigaciones y por supuesto, después de diez o quince años de escribir por obligación, la cuota se llena y uno no quiere volver a ver un lápiz o un WordPad durante el resto de su vida.
A mí en cambio, me entró el gusanito por la escritura antes de entrar a la escuela. Leo desde que tenía 4 años y en mi mente se formaba un mundo fantástico mucho más agradable que el mundo real en que vivía. Así aprendí a crear mi propia realidad y expresarla por escrito, con la esperanza de que alguien quisiera compartirla.
Ahora leo relativamente menos, o al menos creo que leo menos, porque ya no tengo libros de papel entre los cuales meter la nariz y olvidarme del mundo. Pero sigo escribiendo, más que antes. Mi gusto por la publicidad tiene menos que ver con el gusto de vender la oferta de la semana y más por el gusto de crear escenarios, imaginarme resultados y, ocasionalmente, ver que mis predicciones se hacen realidad.
Yo creo que ahora hay más lectores que antes y en consecuencia, más escritores. Pero seguimos siendo pocos. Somos pocos los que nos atrevemos a tomar café y pluma para crear un mundo mejor. O al menos, un mundo distinto. La escritura sigue siendo una tortura para la mayoría y sólo escriben lo mínimo necesario, sólo buscan reflejar una realidad, no crear un mundo nuevo.
Señores, les tengo una noticia: la realidad ya existe, nadie necesita historiadores para los acontecimientos de hoy. Lo que necesitamos son gente imaginativa, que invente cosas nuevas para el futuro, gente que cuente leyendas doradas sobre los acontecimientos de ayer, gente que nos saque de la dolorosa realidad y con un poco de suerte, invente una realidad mejor.