40 años haciendo lo mismo
El domingo pasado cumplí 40 años como publicista. Empecé mi carrera haciendo vitrinas en una librería, rápidamente pasé a hacer anuncios de televisión sólo porque era el único que sabía algo de publicidad y a partir de allí he hecho lo mismo durante 40 años.
Lo mismo.
Por supuesto que ya no hago vitrinas -tampoco fui muy bueno en eso, aunque introduje algunas novedades en mi tiempo- pero mi trabajo sigue siendo el mismo: hacer que la gente pase adelante y compre algo.
En esta profesión existen más gurús que montañas, a mi edad ya me di cuenta que no vale la pena discutir con los que creen saber más que nadie, pero hay algo que he aprendido y me llevaré hasta la tumba: Este negocio no vale nada si la gente no compra. El mismo objetivo comparte el que pinta el rótulo de “se venden huevos” en pared de una tienda que el que hace la más sofisticada campaña publicitaria a nivel mundial. A ambos les pagan por eso y en el fondo, ninguno de los dos tiene control con lo que pase con su anuncio después de colocarlo.
Después de 40 años, me siento muy cómodo entre los dos extremos. Evito con la misma fuerza caer en el mundo fatuo de los que todo lo saben y en el despreciado mundo de los que creen no saber nada. Aquí en el medio se vive muy rico, vendiendo huevos, libros o teléfonos. Mi satisfacción personal nunca ha dependido del aplauso, sino del sonido de la caja registradora.
Y después de 40 años, la caja sigue sonando.