¿Por qué digo que la Tierra es plana?
Un chiste interno que llevamos entre los que me conocen es que soy terraplanista (entre otras cosas que quizás algún día me atreva a revelar). Lo digo porque es divertido decirlo, pero hay una razón más importante: Un investigador siempre debe desafiar “lo que ya se sabe”.
En este momento a usted se le están ocurriendo cincuenta evidencias de la redondez de la Tierra y exactamente lo mismo le pasa a cualquier mercadólogo o publicista que se respete cuando tiene que explicar cualquier fenómeno de su trabajo.
Pero a diferencia de Cristóbal Colón, ningún publicista se ha subido a tres carabelas para demostrar que los consumidores son tontos o que los vendedores son haraganes. Puede ser que tengan razón, pero mi trabajo es demostrar que no existe otra explicación posible.
El terraplanismo es la fuente más fascinante y divertida de explicaciones alternas para fenómenos fácilmente observables. Aunque en pleno siglo 21 nadie se lo crea, retar las convenciones fue lo que llevó a Einstein a decir que no existe la fuerza de la gravedad sino la curvatura del espacio. Por supuesto que la fuerza invisible de la gravedad es perfecta para explicar la mecánica de los cuerpos, pero la curvatura del espacio nos lleva más lejos y es allí a donde queremos llegar.
Desde hace muchos años he estado formulando una teoría que equipara la mecánica cuántica y el principio de la incertidumbre con los fenómenos mercadológicos y aunque a usted, invisible lector, le parezca tan alucinante como la tierra plana, he observado suficientes evidencias para creer que los humanos nos comportamos de la misma manera que las partículas subatómicas (o quizás ellas se comportan igual que los humanos, todo puede pasar).
Por supuesto, a menos que Mark Zuckerberg me conceda una beca para demostrar la mecánica cuántica del consumo, esto se quedará en el baúl de mis alucinaciones junto con la tierra plana. Pero no por ello es menos importante y le quiero invitar a unirse a la la legión de terraplanistas que existimos a nivel global. Es divertido, y le ejercita la mente para desafiar “lo que todo el mundo sabe”.
Porque siempre cabe la posibilidad de que todo el mundo esté equivocado.