Un mensaje del pasado
ADVERTENCIA: Este artículo no tiene sentido ni siquiera para mí. Por favor, estimado lector, omítalo. No se pierde de nada.
Mientras mi madre andaba con la gran panzona y yo adentro, Katyna Ranieri cantaba “Strange World” en la 36a. entrega de los Premios de la Academia. Ella ha sido la única cantante italiana en cantar en una entrega de Oscares.
El hecho habría pasado completamente desapercibido para mí, si mi papá no se hubiera dado cuenta y comprado un disco de la cantante. En italiano.
Para darles una idea de lo importante que fue el disco, en aquéllos tiempos tener un LP era un lujo y tener un tocadiscos algo reservado sólo para los pudientes. Es como si ahora bajar una canción costara unos mil dólares, calculo. Poco más o menos.
Pues resulta que mi padre, no sé en qué momento, compró “Zucchero e Pepe” cantado por Katyna Ranieri. Pasé una parte importante de mi niñez escuchando esa canción, pero jamás me hizo ningún sentido.
50 años más tarde, tengo 4 hijos, cada uno con una personalidad diferente. Mi padre tenía 5, también todos distintos, pero yo era especial para él. Yo no era el favorito, ni el más inteligente, no era el más hablador ni el más callado. No era el fuerte ni el débil. Era uno más. Excepto para mi padre. Él siempre vio algo en mí.
De manera similar, yo veo algo en mi hijo más pequeño. El gusano tiene algo. Es algo muy complejo, difícil de digerir, pero es una persona muy especial. Al menos para mí. Y él se ha encargado de que yo me dé cuenta.
Hace pocos días, después de 50 años de no acordarme, Zucchero e Pepe empezó a resonarme en la cabeza. De manera muy insistente. Casualmente en las fechas en que mi padre habría cumplido 87 años. Casualidad.
Para sacarme el gusanillo de la cabeza, busqué la canción y me puse a escucharla de principio a fin. Sin entender ni media palabra. San Google al rescate y encontré la letra.
Zucchero e pepe
è una monella originale e picchiatella
Ecco perché più monella non c’è
Tutta delizia tutto candore croce
e delizia ad ogni cuore
Sempre sarà per chi un dì l’amerà
Para no aburrirlos con algo que pueden encontrar fácilmente, Zucchero e Pepe es azúcar y pimienta y se refiere a un niño original, muy dulce pero muy caprichoso al que todos quieren pero nadie soporta. En ese momento recibí el mensaje que mi padre dejó implantado en mi cerebro hace 50 años. Zucchero e Pepe siempre fui yo.
La descripción que Bruno Rosettani hace de este personaje encaja tan perfectamente en mi personalidad que tuvieron que pasar 50 años y diez mil vicisitudes para que lo pudiera entender. Y tuvo que llegar el malogrado cumpleaños número 87 de mi padre para que la profecía de la canción se cumpliera.
Porque Zucchero e Pepe “ya no es un niño”, dice la canción. La canción describe de manera muy precisa mis relaciones con los humanos. “Hoy la risa escapa del corazón, porque cree que nunca nadie le amará”. Y así es. Toda mi vida he estado completamente convencido que es imposible que alguien me ame. Me soportan, sin duda. Algunos hasta les gusta mi pimienta, mis caprichos. Pero jamás nadie me ha amado.
“Pero ese día vendrá”. Mi padre lo sabía. Amar a Zucchero e Pepe le resultaba difícil incluso a él. “Pero algún día alguien lo amará”.
¿Quién? La persona menos esperada. Mi propio hijo.
Por primera vez en toda mi vida, quizás por única vez porque no creo que jamás se repita, hay una persona que de verdad me ama, no a pesar de mis caprichos y dulzuras, sino POR mis caprichos y dulzuras. Sigo siendo Zucchero e Pepe. A mi hijo le trato exactamente así: con infinito amor pero a patadas. Lo insulto en voz alta pero en susurros le digo la verdad. Le doy nalgadas con tanto cariño que las pide. Y me ama. El día ha llegado. Mi padre me mandó el mensaje desde hace 50 años, para que finalmente lo entendiera hoy.
Escuchar la canción en YouTube.
Me pregunto si el original Zucchero e Pepe no fue él.